domingo, agosto 19

LAS PANDILLAS EN AMERICA LATINA Articulo recomendado

La semana internacional / Adolescentes de zonas marginales en América latina
Es más fácil, rápido y redituable, para muchos, ingresar en el mundo del delito que abrirse camino con un empleo formal
LANACION.com | Exterior | Domingo 19 de agosto de 2007

martes, agosto 14

NOS SOLIDARIZAMOS CON EL COMERCIANTE HERIDO

Realmente qué hecho tan trágico es el que conocimos hoy, el del comerciante baleado por un niño de apenas 10 años. Una de las tantas familias arruinadas por acciones delictivas, tantos de grandes como de chicos. Pero si un hecho de este tipo lo protagoniza un chico, pareciera que se lo demoniza más aún. Habrá tenido este chico un plato para comer todos los días?, lo habrán criado con amor? le habremos enseñado los adultos que las cosas se resuelven con diálogo y con amor, o le habrán callado sus preguntas o angustias con un cachetazo? Es bueno siempre reflexionar un poco, antes de alzar las condenas.

HOY NOS ESTREMECE QUE UN CHICO PORTE UN ARMA O ROBE, PERO NO TIENEN HIPOTECADA SU NIÑEZ HACE YA MUCHO.

En La Matanza
Había ingresado en un local para robar junto con un compañero de la misma edad; la víctima no ofreció resistencia y está gravemente herida
LANACION.com | Información general | Martes 14 de agosto de 2007

LOS CHICOS SIEMPRE ESTAN EN RIESGO, ahora se tienen que cuidar con que juguetes juegan

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Nuevo escándalo por artículos defectuosos
Mattel anunció que retirará unos 9 millones de productos sospechados de contener pequeños imanes que podrían desprenderse; cuáles están en el país y serán sacados de la venta
LANACION.com | Información general | Martes 14 de agosto de 2007

martes, agosto 7

EN HURLINGHAM OTRO CASO DE VIOLENCIA ESCOLAR

Otro caso de violencia escolar. Un chico intenta solucionar un problema, cuchillo de por medio, agrediendo a un compañero. ¿Ese es el método que ven los chicos hoy, para resolver los conflictos?, ¿es eso lo que estamos enseñando los adultos?. Pero hay un problema más grave todavía, nos estamos acostumbrando a convivir con hechos de violencia. Se está instalando y naturalizando la violencia como estilo de comunicación. Pero a los chicos no hay que demonizarlos tampoco. Los niños aprenden lo que viven y si viven y crecen con violencia, están acostumbrados a ella. Si cuando los niños van creciendo, ante una pregunta o ante cualquier frustración reciben un golpe, cuando crezcan van a utilizar el mismo mecanismo para expresarse. Si un país poderoso, cuando tiene sólo la sospecha de que otro país mucho más pequeño y menos poderoso, puede generarle algún riesgo por sus armas o sus invesitigaciones, alcanza como excusa para invadir, matar y devastar a todo ese pequeño país, para quedarse con sus recursos naturales. Entonces, cómo y con qué lenguaje se intenta convencer a los niños y jóvenes que la violencia no conduce a ninguna parte. Apelando a la sensibilidad, los rostros de los niños víctimas de las violencias raciales y producidas por combates, por hambres y desnutrición, nos da la respuesta clara y directa de que es tiempo de empezar a cambiar ese camino.
Pero hay un dato que no es halagüeño en este sentido, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en pcia. de Buenos Aires, se está empezando a cumplir las nuevas leyes de infancia. Pero lo que no es halagüeño, no es la aplicación de la ley, sino que los Órganos de aplicación, cumplen primero los art. donde se gestiona que todos los chicos deben estar con su familia, pero dejan en segundo o tercer lugar el apoyo con asistencia de recursos a la familia adonde va ese chico. Ya se están repitiendo los casos donde, chicos que son víctimas de violencia y huyeron de su familia por eso, en la aplicación de la nueva ley los niños son reintegrados a su familia porque es el mejor lugar para el niño, según dice la misma. ¿No hay contradicción?

UNA NOTA EN EL AÑO 2000 SOBRE VIOLENCIA ESCOLAR

Martes 23 de Mayo de 2000
Noticias | Buscador | Nota

Causas de la violencia escolar

Por Inés María Correa
Para La Nación




EN ocasiones, la conciencia de ser actores de hechos de violencia no es suficiente para corregir las conductas propias o ajenas. Recuerdo la historia de Jesica, una joven de dieciséis años que protagonizó un hecho de violencia escolar que, visto sólo como noticia, podría resultar inexplicable y atroz. Pero a menudo hay detrás de estos hechos alguna historia previa que (excluyendo los casos de serias patologías psiquiátricas) puede darnos luz no para justificar sino para entender cuáles son muchas veces las causas que llevan a un niño o joven a cometer esas acciones.

Jesica fue concebida casi por accidente. Sus padres, resolviendo apenas las dificultades de la adolescencia, debían resolver también qué hacer con una criatura. En el momento de nacer ella, su madre tenía sólo doce años. Edad por cierto de la fantasía, de la imaginación, de los grandes descubrimientos. Aún en la escuela primaria, y aún jugando a sortear los exámenes para alcanzar el aprobado de cada grado. Vivían en un distrito rural, no sufrían hacinamiento, lo que sufrían era aislamiento. Lejos de muchas cosas, pero sobre todo de la comunicación. Sus veinte minutos a la estación ferroviaria representaban veinte años de atraso. Cuando llovía torrencialmente, no se podía llegar al tren para ir a trabajar. Esta situación no varió mucho desde entonces: sigue siendo difícil viajar. Además, el contacto con la Capital implica un oneroso trayecto.

Y Jesica nació en la casa de su madre, porque no llegaron al colectivo... Cuando tenía tres años, sus padres, todavía adolescentes, decidieron irse a vivir juntos. Se armaron un ranchito y formaron su pequeña vivienda familiar. Su padre, de dieciséis años en el momento de iniciar la convivencia, juntaba sus pocos pesos con algunas changas en un mercado y sus ingresos rara vez cubrían las necesidades básicas. Comenzaron a llegar otros hijos y la situación era cada vez peor. La pareja empezó a resolver los problemas con gritos, objetos arrojados y cada tanto un golpe.

Conducta adquirida

Jesica creció y aprendió de pequeña que los conflictos se resuelven a los gritos, con violencia, no conocía otra forma de resolverlos. Sus padres, entre ellos; ella, con sus hermanos. Intercalaban violencia con juegos. Ninguno de ellos había terminado de crecer y la vida les había mostrado sólo la cara del sufrimiento y de la madurez precoz. Pocas veces contemplaban el horizonte de la paz.

A la vez, ¿cómo pensar en desvincularse, en buscar otra familia u otra realidad, si lo cotidiano es la conducta violenta adquirida? La situación familiar de Jesica tenía muchos componentes negativos: padres inmaduros, desocupación, pobreza extrema, hacinamiento, alcoholismo. Esta situación fue gestando criaturas vulnerables y extremadamente sensibles a las frustraciones, aun las mínimas. Frustraciones como una mala nota en la escuela, la negativa ante una solicitud de trabajo, un tren suspendido que hace que se pierda la hora de presentación para un posible empleo, el dinero que no alcanza para la comida del día, tantas cosas...

Jesica cursaba el noveno año de la educación general básica tratando de cumplir las exigencias de sus estudios. La combinación estudio-falta de alimentación por lo general no es buena. Sin embargo, había en esta niña un llamado interno que le decía: "Debes terminar tus estudios; si no, no vas a ser nadie". Cada examen aprobado le producía el mismo vértigo que puede sentir un estudiante universitario al alcanzar su título.

El barrio en el que vive Jesica es de extremo riesgo. A veces a los profesores les roban, no pueden dejar demasiadas cosas guardadas en el colegio por temor a ser saqueados. Comparten los bancos jóvenes que están enfrentados en las distintas bandas del barrio. Cierta vez se produjo una gresca que nadie sabe bien cómo se originó. Puede haber sido algo tan trivial como que alguien necesitara una birome para escribir una prueba. Lo cierto es que en el medio de toda la batahola que se armó, Jesica empuñó una navaja que tenía guardada entre sus ropas, y que jamás había utilizado para nada. Con esa navaja fue herido un compañero de la misma edad que ella.

Familia, sociedad, Estado

Inmediatamente, todas las medidas: suspensión de la escuela con vistas a la futura expulsión. No se puede dejar pasar un hecho de semejante gravedad. Pero Jesica había aprendido que los conflictos se resuelven así. ¿Quién se había sentado con ella a explicarle que el diálogo y la comunicación son posibles? ¿Y cuántas cosas habrá que enseñarle a Jesica para que aprenda que, a pesar de las medidas tomadas con ella, vale la pena emprender otro rumbo?

Esta historia transcurre a cincuenta minutos del centro de la Capital, pero hay muchas de estas historias que están más cerca, algunas con otras características, en colegios tradicionales de la ciudad. ¿Quién puede sostener con honestidad que esta responsabilidad no le incumbe? Familia, sociedad y Estado es la trilogía que propone la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Cada uno desde su lugar puede, sin que sea una utopía pretenderlo, luchar por una sociedad que no sea violenta. Si trabajamos por una comunidad menos injusta y desechamos imágenes y conductas violentas, estaremos aportando para que Jesica y otros como ella puedan cumplir su sueño de ser alguien.

La autora fue jefa del Programa contra la Explotación de Niños del Consejo Nacional del Menor y la Familia.


Link corto: http://www.lanacion.com.ar/17888

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