Este blog es un espacio creado para difundir vivencias, cartas e historias de vida de chicos, que se encuentren en situación de vulnerabilidad como así también de todos aquellos que se sensibilicen con la infancia.
martes, julio 31
PAOLA POR AHORA NO VA A ALQUILAR SU VIENTRE
La noticia es de Córdoba, pero al hacerse pública, trascendió por todo el país, aunque también a los países limítrofes. Una madre con 4 hijos desesperada al no poder mantenerlos adecuadamente, ofrecía su vientre en alquiler, para así ganarse unos pesos. Funcionarios, políticos y particulares se hicieron presentes, unos con subsidios, otros con lo que cada uno podía. Expresando su solidaridad. Paola, que tiene sólo 27 años se mostró muy contenta por tanta ayuda recibida y dió marcha atrás a su decisión. Pero pidió a los funcionarios y políticos, que tanta ayuda no sea sólo mientras duren las campañas, sino que se le mantenga la ayuda, aunque sea, hasta que ella consiga trabajo, si tiene donde dejar a sus hijos. Esperemos que a Paola la sigan ayudando, aunque no estén en elecciones, porque sino qué van a decir mañana sus hijos, cuando les pregunten, "¿de qué trabaja tu mamá?"
MUY BUEN ARTICULO EL DE JORGE PALOMAR
Qué buen artículo el Ultimo ladrón romántico. Es un personaje muy rico, abandonado de chico, que tuvo que sobrevivir en la gran ciudad tratando de buscar y encontar alguien en quién confiar. Y ésto, le llevó demasiados años de su vida. Ahora desde su celda de Olmos habla de él, y el maravilloso periodista es quien logra poner grises sobre blancos. Pedro, el personaje, siempre tuvo principios. Esos principios que conservan pocos de los ladrones de hoy. Porque hoy, la pasta base, las drogas en general y no en sí la familia, sino el concepto que se tiene de familia hace que casi no se respeten los llamados códigos del ladrón. Pero lo dice él mismo, asique no dejen de leer la Nota.
domingo, julio 29
Articulo recomendado
Sociedad / Historias de vida
A los 7 años se convirtió en un chico de la calle. Y después se hizo ladrón. Pasó treinta de sus cincuenta y tantos años en la cárcel. Hoy dice que la cultura es la salvación de las personas y ansía escribir un libro. Con ustedes, Pedro Palomar, el hombre que inspiró al personaje de Nueve Reinas
viernes, julio 27
Por suerte volvio Carmen Frias a la Dir. de Niñez
Por suerte nuestra querida Lic. Carmen Frías ha vuelto a la Dirección General de Niñez del Gobierno de la Ciudad, lugar de dónde nunca tendría que haberse ido. Los chicos de la Ciudad ahora vuelven a tener una interlocutora. Le deseamos toda la suerte en esta nueva etapa, que tenga toda la energía para poder levantar un espacio de trabajo tan sensible a todos los vecinos, porque se trata nada menos que de nuestros niños, y que no se puede usar como plataforma política. Asique, FUERZA CARMEN, ADELANTE EN ESTA PATRIADA, VOS TENES LA FUERZA DE LOS CHICOS PARA HACERLO.
jueves, julio 26
La Carta a Papa Noel que nunca llego
www.estenssorome.com.ar/blog/2006/ 12/21/carta-de-un-cartonerito-a-papa-noel
Carta de un “cartonerito” a Papá Noel
Por Inés María Correa / 21 de Diciembre de 2006
La siguiente es una carta de Navidad de un niño cartonero de nuestra ciudad de Buenos Aires. Es una carta que Jorgito le escribió a Papá Noél, con sus esperanzas y sus deseos. Esta carta nunca llegó a su destinatario, pero puede llegar a nuestro corazón y desde lo que expresa, desde su sentimiento, hacernos a todos un poquito más solidarios no solo en estas fechas que nos sensibilizan, sino cada día, en nuestra cotidianeidad.
La carta de Navidad que nunca llegó
Querido Papá Noel:
Me llamo Jorge, tengo 8 años, me dicen Jorgito.
Te escribo esta carta porque en los lugares por donde ando trabajando veo en todas partes muñecos que hacen de vos con una bolsa roja que lleva regalos y un chico de la Capital y que me junta ropa y juguetes para dármelos me dijo, que él te escribía cartas y que después, la noche de Navidad, se le aparecían los regalos. Yo no se si es así, mi mamá me dijo que no existís pero como hoy llovió y no salimos a trabajar voy a escribirte, a ver qué pasa.
Te quiero contar quién soy yo, así sabés y te das cuenta por qué te pido los regalos. Vivo en el barrio San Jorge, acá en Florencio Varela. Mi mamá me contó que por eso yo me llamo Jorge, que no habían pensado qué nombre ponerme y mi papá fue al Hospital a sacarme el documento y dijo Jorge, por el barrio. Hoy estoy muy aburrido porque no tenemos donde ir, y se cortó la luz y todos mis hermanos están molestando encima mío. Así que te voy a contar muchas cosas. Por ejemplo: nunca tengo tiempo de escribir ni de estudiar para el colegio porque todos los días tenemos que estar saliendo a trabajar.
Mi maestra y algunos compañeros del colegio me preguntaron de qué trabajo, y aunque me da un poco de vergüenza, yo les dije que trabajo con el cartón. Para mí es un trabajo común, y es mejor decir eso que decir que levantás o revisás la basura. Sé que dos compañeros míos también salen con sus papás pero ellos no lo dicen, dicen que sus papás son changarines, les da vergüenza, pero yo los vi haciendo cola en el “tren blanco”.
Además yo desde chico que veo a mis papás haciendo eso. Mi papá siempre me muestra, cuando vamos caminando por la calle, todos los edificios que construyó cuando era albañil , y a veces, cuando junta un poquito más de plata, compra material y se pone a construir algo y yo me quedo al lado suyo y él me enseña, le alcanzo los baldes y quiero aprender, es mejor que juntar cartones. El otro día, creo que fue el lunes, no fuimos a la calle, porque nos fue muy bien el fin de semana, entonces estuvimos trabajando en una nueva pieza para mis hermanos más chicos. Y me gustó mucho, primero fuimos al corralón, compramos unas bolsas de cemento, nos trajeron la arena y como ya teníamos algunos ladrillos, empezamos con eso, y ahora que me acuerdo, también teníamos una bolsa de cal. Bien temprano, mientras preparábamos el material, mi vieja nos trajo un jugo porque hacía mucho calor. Ese día lo que yo aprendí fue a fratachar. Yo siempre lo quería hacer pero como estaba mi tío no podía y justo el lunes mi tío se fue a laburar, entonces mi viejo me dio el fratacho a mí, aunque no lo hice tan bien, por lo menos empecé. Estuvo muy bueno.
Nosotros somos siete hermanos, casi siempre salimos todos, a veces cuando volvemos con los cartones, parecemos muñequitos de torta, porque mi viejo nos pone a los más chiquitos arriba de todo del carro.
Sabés, no siempre vamos por los mismos lugares, vamos cambiando de acuerdo a la distribución que hacen los vecinos, o los que les alquilan los carros. Los que alquilan los carros salen a cartonear también, pero hacen más guita con lo otro. Ellos te dan la posta para decirte por dónde ir.
Ahora te cobran 2 pesos el día, pero imaginate que casi todos tienen tres o cuatro carros , con eso ya se hacen una diferencia. Si no quieren salir un día, por lo menos para la comida tienen.
Nosotros ahora estamos bastante bien, porque mirá, un día el que nos alquilaba el carro cuando empezó mi papá, nos dio unas calles para hacer y justo a la hora que pasábamos sacaron unas bolsas enormes de una fábrica, era plástico como molido y muchos bidones que estaban casi vacíos pero no del todo. ¿Sabés qué tenían? Un resto del esmalte. Y cuando revisamos otra de las bolsas, estaba llena de frasquitos también de esmalte, con los pincelitos, esos, como los que se venden en las farmacias. Bueno, encontramos de todo para empezar a vender. Nos está yendo muy bien, porque vendemos plástico, esmalte, cartón, sacamos buena guita. Ya hace como seis meses que vamos todos los días ahí y para todos es muy bueno porque no tenemos que ir por la calle buscando cosas. Vamos ahí, a la fábrica, que encima queda cerca de acá, ojalá que dure, que sigamos así, porque no me gusta mucho andar por ahí de barrio en barrio prefiero ir a un lugar fijo.
Sabés, ayer cuando andábamos en la calle vi una vidriera que tenía una mesa llena de comidas exquisitas y postres ricos, pero yo sé que no voy a poder probar nada de eso, aunque sea quiero encontrarme en una de esas grandes bolsas de consorcio algún juguete más o menos entero.
Sueño con un auto, o mejor una camioneta de plástico. Siempre pienso en lo bueno que sería para mi familia tener una grande para no tener que caminar tanto y cargar todo en ella y luego vender más cosas para tener un par de zapatillas nuevas.
Papá Noel, este año me porté más o menos, mi maestra llamó a mi mamá muchas veces porque yo no iba al colegio. Te lo digo a vos, a mí me gusta el colegio, pero estaba tan cansado de todo el tiempo que pasamos caminando en la calle, que muchos días no tenía ganas de ir, y yo le decía a mi mamá, -no voy, dejáme faltar, porque sino me voy a lo de la tía sin decirte nada-, y entonces me dejaba faltar, porque no daba más. Me cansaba mucho porque íbamos fuimos todos los días a la Capital, caminábamos mucho, mucho, a mí no me gustaba cuando llovía porque se mojan todos los papeles que podemos juntar y se te pega la ropa y todo te pesa más. Y ya sabemos, tenemos que buscar y tratar de elegir los papeles y cartones secos, eso era antes de que empecemos a ir a la fábrica, ahora estamos un poquito más aliviados.
Y te cuento, a mí me parece que no vas a leer lo que te escribo , que no existís de verdad. Pienso que esta carta va a ir a la basura, igual a mí me ayuda. Es como que me hablara yo, mis primos dicen que estoy medio loquito porque cuando juego les hago hablar a unos muñecos que tengo, pero a mí no me importa yo juego así y me sirve porque es como que ellos me contestan algunas preguntas que tengo.
Pero, por si acaso, alguien lee esta carta, Papá Noel o alguien que quiera saber cómo vivimos: un día encontré a mi
tío en un galpón que tienen con mi viejo donde acomodan los cartones que traen y los tienen bien apiladitos y después los hacen fardos, y cuando entré lo ví cómo los rociaba con una manguera para que pesen más, me pareció muy divertido, y salí enseguida para que no me viera.
También te cuento, Papá Noel, que mi papá nos explicó a todos que hay que buscar muchos papeles y cartones, que ahora le dan casi 30 centavos el kilo, pero el año pasado le daban más, y por eso todo el mundo quería ser cartonero, y como tanta gente fue a la calle, ahora se paga menos, o no sé por qué. Por eso tenemos que salir todo el día. Durante el año, muchas veces no nos alcanzaba la plata para comprar cosas. Antes íbamos a la Capital y nos comprábamos panchos y a la noche comíamos bien, (pero ahora va mucha gente a la Capital, de mi barrio sale un montón de gente). A muchos compañeros del colegio los encuentro en el tren. Ahora no alcanza la basura para todos. Primero era porque mi papá se quedó sin trabajo, y el vecino de al lado también y no quedaba otra que salir, y a muchos les pasó eso, después cuando te pagaban más las cosas que juntábamos, los que estaban sin trabajo y salían a buscar y no encontraban, preferían salir a cartonear como nosotros, aunque no les gustaba, pero traían plata para la comida. Lo que veo que casi todos los más pobres de mi barrio salen. Yo quiero, Papá Noel que nos alcance a todos, no, mejor quiero que no tengamos que salir a trabajar de eso, la gente te mira mal en la calle, algunas personas, si te ven, se enojan porque les dejas las bolsas tiradas.
Hace unos días no sabés lo que pasó, mi tía quería salir con nosotros porque necesitaba plata, se quería ir de su casa, su marido como no consigue trabajo, la poca plata que hace en changas se la gasta en cerveza, y ahí lo ves, tirado, y después, cuando llega a su casa se la agarra con mi tía y le pega, entonces ella quiere tener su plata para poder irse de esa casa. Y un día se animó y salió con nosotros, miraba para todos lados porque no quería que nadie la descubriera, tenía mucha vergüenza, nosotros nos moríamos de risa porque ya estábamos acostumbrados. Mirá, hasta vino a la tarde el día anterior y nos preguntó qué ropa podía ponerse. Mi mamá le enseñó cómo hacer, que primero, a mano pelada, tenía que tantear la bolsa de afuera para ver si había vidrios o algo que la pudiera lastimar. Después de tocar y saber que no había nada, entonces podía meter la mano y buscar, y ella vió un contenedor verde, de esos que te trae la Municipalidad, que son grandes. Hay algunos que los usan de basurero, pero son para construcción, y como era grande, quiso empezar por ese. Fue metió la mano primero y como era de noche cuando salimos, no alcanzó a ver pero sintió como algo peludo, y vino corriendo a los gritos: “un tapado de piel, me encontré un tapado de piel”, pero, ¿qué es? Le preguntó mi mamá, porque nosotros la estábamos mirando desde lejos, tenía una cara rara, como si no supiera qué estaba tocando. Y mi mamá fue con ella a ver lo que era, entonces mi tía volvió a meter la mano, porque no se veía nada y le decía a mi vieja, “no sé, tiene la piel suave, cómo se llama el animal con los que hacen tapados, ¿nutria?” Entonces mi vieja, la corrió y le dijo, -dejame ver a mí-, metió la mano y pegó un grito, ¡¡¡no sabés!!!, le dijo de todo a mi tía, porque mi vieja lo tuvo que sacar y era un perrro muerto, nunca me voy a olvidar de la cara de mi tía, nosotros que ya nos había pasado de todo nos empezamos a morir de risa, pero me dio una lástima por ella. Lo que pasa que en la calle te pasa de todo. Y mi tía salió esa semana pero después no salió más, porque la calle no es para cualquiera. A mí me da lástima porque sigue viviendo con su marido, que está un poco más tranquilo, pero no tanto, a veces le vuelve a dar, y no se si mi tía se acostumbró o qué.
Yo quiero que mi hermanita Yésica que tiene un año no vaya más con nosotros, a veces se enferma y tiene que ir igual, porque mi mamá no tiene con quien dejarla, casi todos salen a buscar cartones. El otro día, ella se lastimó con un vidrio que había en una bolsa y mi mamá le puso un pedazo de su remera de venda, era un vaso roto, no le habían puesto papel, y cuando Yésica vio algo que brillaba lo agarró pensando que era un juguete y se cortó, por suerte no fue grande la herida pero le salía mucha sangre, porque se cortó un dedito y ahí sale mucha sangre. Yo quiero que le traigas a mi hermanita una muñeca que vi en la tele. A nosotros, a los chicos mi papá no nos deja que toquemos las bolsas, no nos deja que las revisemos, él las revisa o mi mamá, pero nosotros no, porque dice que nos podemos lastimar, por eso mi mamá la retó tanto a mi hermana cuando se cortó, porque ella le había dicho que no meta la mano. Cuando ellos las revisan, las tocan, se fijan si no hay nada, que pueda lastimar, después la vacían toda en otra bolsa nueva que llevan, entonces cuando la pasan de una a otra, van separando lo que sirve, y ahí sí, nosotros juntamos los cartones, las revistas, separamos las botellas, porque las de vidrio te las pagan más, pero según cuáles, las de plástico transparente tienen un precio, las de color otro, las de plástico verde y celeste no valen mucho, y todo lo que sea metal te lo pagan bien, a mí no a mi papá. Cuando nos encontramos algún cable o alambre, bueno, saltamos y lo festejamos, a veces, sabés, sueño con las cosas que me encuentro y cuando me despierto, me despierto triste porque no tengo lo que me había encontrado.
Papá Noel, me contaron unos chicos que conocí en la Capital que vos sos muy bueno y que cumplís lo que te piden, nos podés regalar una camioneta de verdad para ir a la Capital y no tener que viajar tanto y traer todo ahí. Quiero una camioneta amarilla, con luces en el techo, así todos la miran, pero quiero que podamos llevar a nuestros vecinos también, porque ellos son mis amigos y muchos no van más a la escuela porque se enferman siempre de tanto trabajar. Como mi papá con su papá van juntos a vender las cosas que sacan, entonces también comemos juntos a veces. Lo que pasa es que cuando se juntan, también se ponen a tomar y se ponen a hablar de las casas que construían cuando tenían trabajo.
Querido Papá Noel, no puedo escribir más, me voy a dormir. Sino podés regalarme lo que te pedí, traeme algún juguete porque todos los que tengo me los encontré en las bolsas que reviso, Si podés regalarme una pelota de cuero, me voy a poner contento y voy a jugar con mis hermanos y mis amigos. Te pido también que mi mamá no se ponga tan triste cuando volvemos a casa y no puede cocinar porque no tiene con qué, que mi hermano mayor no se quede siempre en la calle, le puede pasar algo. Papá Noél, no quiero que vaya tanta gente a la Capital porque no nos alcanza a todos, gracias si me traes algo.
Igual, si sos tan bueno como dicen, vas a saber qué es lo que quiero pero ahora lo que quiero es dormir, después de jugar en mi casa. Ayer, cuando llegamos de trabajar con mis hermanos y mis vecinos hicimos una guerra de agua con la canilla de la calle. Estuvo muy bueno. Ayudame, Jorgito.
Inés María Correa asesora a la diputada Estenssoro en temáticas relacionadas con la niñez. Ha recibido una mención especial en el rubro medios gráficos en el Premio Gota en el Mar al Periodismo Solidario, en el año 2004, por sus publicaciones en el Diario La Nación. Esta carta formará parte de un libro que está preparando.
Este post fue publicado por Inés María Correa, el Jueves 21 de Diciembre de 2006 a las 13:23, bajo la sección Reflexiones, Todas. Puede hacer un seguimiento de los comentarios de este post gracias al feed RSS 2.0. Puede dejar un comentario, o enviar un trackback desde su sitio.
Carta de un “cartonerito” a Papá Noel
Por Inés María Correa / 21 de Diciembre de 2006
La siguiente es una carta de Navidad de un niño cartonero de nuestra ciudad de Buenos Aires. Es una carta que Jorgito le escribió a Papá Noél, con sus esperanzas y sus deseos. Esta carta nunca llegó a su destinatario, pero puede llegar a nuestro corazón y desde lo que expresa, desde su sentimiento, hacernos a todos un poquito más solidarios no solo en estas fechas que nos sensibilizan, sino cada día, en nuestra cotidianeidad.
La carta de Navidad que nunca llegó
Querido Papá Noel:
Me llamo Jorge, tengo 8 años, me dicen Jorgito.
Te escribo esta carta porque en los lugares por donde ando trabajando veo en todas partes muñecos que hacen de vos con una bolsa roja que lleva regalos y un chico de la Capital y que me junta ropa y juguetes para dármelos me dijo, que él te escribía cartas y que después, la noche de Navidad, se le aparecían los regalos. Yo no se si es así, mi mamá me dijo que no existís pero como hoy llovió y no salimos a trabajar voy a escribirte, a ver qué pasa.
Te quiero contar quién soy yo, así sabés y te das cuenta por qué te pido los regalos. Vivo en el barrio San Jorge, acá en Florencio Varela. Mi mamá me contó que por eso yo me llamo Jorge, que no habían pensado qué nombre ponerme y mi papá fue al Hospital a sacarme el documento y dijo Jorge, por el barrio. Hoy estoy muy aburrido porque no tenemos donde ir, y se cortó la luz y todos mis hermanos están molestando encima mío. Así que te voy a contar muchas cosas. Por ejemplo: nunca tengo tiempo de escribir ni de estudiar para el colegio porque todos los días tenemos que estar saliendo a trabajar.
Mi maestra y algunos compañeros del colegio me preguntaron de qué trabajo, y aunque me da un poco de vergüenza, yo les dije que trabajo con el cartón. Para mí es un trabajo común, y es mejor decir eso que decir que levantás o revisás la basura. Sé que dos compañeros míos también salen con sus papás pero ellos no lo dicen, dicen que sus papás son changarines, les da vergüenza, pero yo los vi haciendo cola en el “tren blanco”.
Además yo desde chico que veo a mis papás haciendo eso. Mi papá siempre me muestra, cuando vamos caminando por la calle, todos los edificios que construyó cuando era albañil , y a veces, cuando junta un poquito más de plata, compra material y se pone a construir algo y yo me quedo al lado suyo y él me enseña, le alcanzo los baldes y quiero aprender, es mejor que juntar cartones. El otro día, creo que fue el lunes, no fuimos a la calle, porque nos fue muy bien el fin de semana, entonces estuvimos trabajando en una nueva pieza para mis hermanos más chicos. Y me gustó mucho, primero fuimos al corralón, compramos unas bolsas de cemento, nos trajeron la arena y como ya teníamos algunos ladrillos, empezamos con eso, y ahora que me acuerdo, también teníamos una bolsa de cal. Bien temprano, mientras preparábamos el material, mi vieja nos trajo un jugo porque hacía mucho calor. Ese día lo que yo aprendí fue a fratachar. Yo siempre lo quería hacer pero como estaba mi tío no podía y justo el lunes mi tío se fue a laburar, entonces mi viejo me dio el fratacho a mí, aunque no lo hice tan bien, por lo menos empecé. Estuvo muy bueno.
Nosotros somos siete hermanos, casi siempre salimos todos, a veces cuando volvemos con los cartones, parecemos muñequitos de torta, porque mi viejo nos pone a los más chiquitos arriba de todo del carro.
Sabés, no siempre vamos por los mismos lugares, vamos cambiando de acuerdo a la distribución que hacen los vecinos, o los que les alquilan los carros. Los que alquilan los carros salen a cartonear también, pero hacen más guita con lo otro. Ellos te dan la posta para decirte por dónde ir.
Ahora te cobran 2 pesos el día, pero imaginate que casi todos tienen tres o cuatro carros , con eso ya se hacen una diferencia. Si no quieren salir un día, por lo menos para la comida tienen.
Nosotros ahora estamos bastante bien, porque mirá, un día el que nos alquilaba el carro cuando empezó mi papá, nos dio unas calles para hacer y justo a la hora que pasábamos sacaron unas bolsas enormes de una fábrica, era plástico como molido y muchos bidones que estaban casi vacíos pero no del todo. ¿Sabés qué tenían? Un resto del esmalte. Y cuando revisamos otra de las bolsas, estaba llena de frasquitos también de esmalte, con los pincelitos, esos, como los que se venden en las farmacias. Bueno, encontramos de todo para empezar a vender. Nos está yendo muy bien, porque vendemos plástico, esmalte, cartón, sacamos buena guita. Ya hace como seis meses que vamos todos los días ahí y para todos es muy bueno porque no tenemos que ir por la calle buscando cosas. Vamos ahí, a la fábrica, que encima queda cerca de acá, ojalá que dure, que sigamos así, porque no me gusta mucho andar por ahí de barrio en barrio prefiero ir a un lugar fijo.
Sabés, ayer cuando andábamos en la calle vi una vidriera que tenía una mesa llena de comidas exquisitas y postres ricos, pero yo sé que no voy a poder probar nada de eso, aunque sea quiero encontrarme en una de esas grandes bolsas de consorcio algún juguete más o menos entero.
Sueño con un auto, o mejor una camioneta de plástico. Siempre pienso en lo bueno que sería para mi familia tener una grande para no tener que caminar tanto y cargar todo en ella y luego vender más cosas para tener un par de zapatillas nuevas.
Papá Noel, este año me porté más o menos, mi maestra llamó a mi mamá muchas veces porque yo no iba al colegio. Te lo digo a vos, a mí me gusta el colegio, pero estaba tan cansado de todo el tiempo que pasamos caminando en la calle, que muchos días no tenía ganas de ir, y yo le decía a mi mamá, -no voy, dejáme faltar, porque sino me voy a lo de la tía sin decirte nada-, y entonces me dejaba faltar, porque no daba más. Me cansaba mucho porque íbamos fuimos todos los días a la Capital, caminábamos mucho, mucho, a mí no me gustaba cuando llovía porque se mojan todos los papeles que podemos juntar y se te pega la ropa y todo te pesa más. Y ya sabemos, tenemos que buscar y tratar de elegir los papeles y cartones secos, eso era antes de que empecemos a ir a la fábrica, ahora estamos un poquito más aliviados.
Y te cuento, a mí me parece que no vas a leer lo que te escribo , que no existís de verdad. Pienso que esta carta va a ir a la basura, igual a mí me ayuda. Es como que me hablara yo, mis primos dicen que estoy medio loquito porque cuando juego les hago hablar a unos muñecos que tengo, pero a mí no me importa yo juego así y me sirve porque es como que ellos me contestan algunas preguntas que tengo.
Pero, por si acaso, alguien lee esta carta, Papá Noel o alguien que quiera saber cómo vivimos: un día encontré a mi
tío en un galpón que tienen con mi viejo donde acomodan los cartones que traen y los tienen bien apiladitos y después los hacen fardos, y cuando entré lo ví cómo los rociaba con una manguera para que pesen más, me pareció muy divertido, y salí enseguida para que no me viera.
También te cuento, Papá Noel, que mi papá nos explicó a todos que hay que buscar muchos papeles y cartones, que ahora le dan casi 30 centavos el kilo, pero el año pasado le daban más, y por eso todo el mundo quería ser cartonero, y como tanta gente fue a la calle, ahora se paga menos, o no sé por qué. Por eso tenemos que salir todo el día. Durante el año, muchas veces no nos alcanzaba la plata para comprar cosas. Antes íbamos a la Capital y nos comprábamos panchos y a la noche comíamos bien, (pero ahora va mucha gente a la Capital, de mi barrio sale un montón de gente). A muchos compañeros del colegio los encuentro en el tren. Ahora no alcanza la basura para todos. Primero era porque mi papá se quedó sin trabajo, y el vecino de al lado también y no quedaba otra que salir, y a muchos les pasó eso, después cuando te pagaban más las cosas que juntábamos, los que estaban sin trabajo y salían a buscar y no encontraban, preferían salir a cartonear como nosotros, aunque no les gustaba, pero traían plata para la comida. Lo que veo que casi todos los más pobres de mi barrio salen. Yo quiero, Papá Noel que nos alcance a todos, no, mejor quiero que no tengamos que salir a trabajar de eso, la gente te mira mal en la calle, algunas personas, si te ven, se enojan porque les dejas las bolsas tiradas.
Hace unos días no sabés lo que pasó, mi tía quería salir con nosotros porque necesitaba plata, se quería ir de su casa, su marido como no consigue trabajo, la poca plata que hace en changas se la gasta en cerveza, y ahí lo ves, tirado, y después, cuando llega a su casa se la agarra con mi tía y le pega, entonces ella quiere tener su plata para poder irse de esa casa. Y un día se animó y salió con nosotros, miraba para todos lados porque no quería que nadie la descubriera, tenía mucha vergüenza, nosotros nos moríamos de risa porque ya estábamos acostumbrados. Mirá, hasta vino a la tarde el día anterior y nos preguntó qué ropa podía ponerse. Mi mamá le enseñó cómo hacer, que primero, a mano pelada, tenía que tantear la bolsa de afuera para ver si había vidrios o algo que la pudiera lastimar. Después de tocar y saber que no había nada, entonces podía meter la mano y buscar, y ella vió un contenedor verde, de esos que te trae la Municipalidad, que son grandes. Hay algunos que los usan de basurero, pero son para construcción, y como era grande, quiso empezar por ese. Fue metió la mano primero y como era de noche cuando salimos, no alcanzó a ver pero sintió como algo peludo, y vino corriendo a los gritos: “un tapado de piel, me encontré un tapado de piel”, pero, ¿qué es? Le preguntó mi mamá, porque nosotros la estábamos mirando desde lejos, tenía una cara rara, como si no supiera qué estaba tocando. Y mi mamá fue con ella a ver lo que era, entonces mi tía volvió a meter la mano, porque no se veía nada y le decía a mi vieja, “no sé, tiene la piel suave, cómo se llama el animal con los que hacen tapados, ¿nutria?” Entonces mi vieja, la corrió y le dijo, -dejame ver a mí-, metió la mano y pegó un grito, ¡¡¡no sabés!!!, le dijo de todo a mi tía, porque mi vieja lo tuvo que sacar y era un perrro muerto, nunca me voy a olvidar de la cara de mi tía, nosotros que ya nos había pasado de todo nos empezamos a morir de risa, pero me dio una lástima por ella. Lo que pasa que en la calle te pasa de todo. Y mi tía salió esa semana pero después no salió más, porque la calle no es para cualquiera. A mí me da lástima porque sigue viviendo con su marido, que está un poco más tranquilo, pero no tanto, a veces le vuelve a dar, y no se si mi tía se acostumbró o qué.
Yo quiero que mi hermanita Yésica que tiene un año no vaya más con nosotros, a veces se enferma y tiene que ir igual, porque mi mamá no tiene con quien dejarla, casi todos salen a buscar cartones. El otro día, ella se lastimó con un vidrio que había en una bolsa y mi mamá le puso un pedazo de su remera de venda, era un vaso roto, no le habían puesto papel, y cuando Yésica vio algo que brillaba lo agarró pensando que era un juguete y se cortó, por suerte no fue grande la herida pero le salía mucha sangre, porque se cortó un dedito y ahí sale mucha sangre. Yo quiero que le traigas a mi hermanita una muñeca que vi en la tele. A nosotros, a los chicos mi papá no nos deja que toquemos las bolsas, no nos deja que las revisemos, él las revisa o mi mamá, pero nosotros no, porque dice que nos podemos lastimar, por eso mi mamá la retó tanto a mi hermana cuando se cortó, porque ella le había dicho que no meta la mano. Cuando ellos las revisan, las tocan, se fijan si no hay nada, que pueda lastimar, después la vacían toda en otra bolsa nueva que llevan, entonces cuando la pasan de una a otra, van separando lo que sirve, y ahí sí, nosotros juntamos los cartones, las revistas, separamos las botellas, porque las de vidrio te las pagan más, pero según cuáles, las de plástico transparente tienen un precio, las de color otro, las de plástico verde y celeste no valen mucho, y todo lo que sea metal te lo pagan bien, a mí no a mi papá. Cuando nos encontramos algún cable o alambre, bueno, saltamos y lo festejamos, a veces, sabés, sueño con las cosas que me encuentro y cuando me despierto, me despierto triste porque no tengo lo que me había encontrado.
Papá Noel, me contaron unos chicos que conocí en la Capital que vos sos muy bueno y que cumplís lo que te piden, nos podés regalar una camioneta de verdad para ir a la Capital y no tener que viajar tanto y traer todo ahí. Quiero una camioneta amarilla, con luces en el techo, así todos la miran, pero quiero que podamos llevar a nuestros vecinos también, porque ellos son mis amigos y muchos no van más a la escuela porque se enferman siempre de tanto trabajar. Como mi papá con su papá van juntos a vender las cosas que sacan, entonces también comemos juntos a veces. Lo que pasa es que cuando se juntan, también se ponen a tomar y se ponen a hablar de las casas que construían cuando tenían trabajo.
Querido Papá Noel, no puedo escribir más, me voy a dormir. Sino podés regalarme lo que te pedí, traeme algún juguete porque todos los que tengo me los encontré en las bolsas que reviso, Si podés regalarme una pelota de cuero, me voy a poner contento y voy a jugar con mis hermanos y mis amigos. Te pido también que mi mamá no se ponga tan triste cuando volvemos a casa y no puede cocinar porque no tiene con qué, que mi hermano mayor no se quede siempre en la calle, le puede pasar algo. Papá Noél, no quiero que vaya tanta gente a la Capital porque no nos alcanza a todos, gracias si me traes algo.
Igual, si sos tan bueno como dicen, vas a saber qué es lo que quiero pero ahora lo que quiero es dormir, después de jugar en mi casa. Ayer, cuando llegamos de trabajar con mis hermanos y mis vecinos hicimos una guerra de agua con la canilla de la calle. Estuvo muy bueno. Ayudame, Jorgito.
Inés María Correa asesora a la diputada Estenssoro en temáticas relacionadas con la niñez. Ha recibido una mención especial en el rubro medios gráficos en el Premio Gota en el Mar al Periodismo Solidario, en el año 2004, por sus publicaciones en el Diario La Nación. Esta carta formará parte de un libro que está preparando.
Este post fue publicado por Inés María Correa, el Jueves 21 de Diciembre de 2006 a las 13:23, bajo la sección Reflexiones, Todas. Puede hacer un seguimiento de los comentarios de este post gracias al feed RSS 2.0. Puede dejar un comentario, o enviar un trackback desde su sitio.
miércoles, julio 25
Trabajo Infantil
Viernes 5 de Setiembre de 2003
Noticias | Buscador | Nota
El trabajo infantil no es un juego
Por Inés María Correa
Para LA NACION
El trabajo infantil hace más que privar a los niños de su educación y de su desarrollo físico y mental: les roba la infancia.
W. McCarney
Los carteles que anunciaban Hombres trabajando solían ser parte del paisaje urbano cuando el país gozaba de un relativo bienestar y la mayoría de los niños esperaba en su casa la llegada del padre para compartir la mesa.
Hoy la imagen es otra. Vemos caravanas de hombres y mujeres, pero sobre todo de chicos, cargando por las calles -tracción a sangre- todo el material en desuso que logran encontrar. Podríamos hasta reemplazar la leyenda antes citada por la de ¡Alerta, niños trabajando!
El trabajo más común en el que se ve a los chicos en estos tiempos es el de recolectores de residuos. Pasan horas hurgando entre las bolsas de basura en busca de metales, diarios, botellas y cualquier material que pida el mundo del reciclado. Es un empleo que no les exige libreta sanitaria, ni escolaridad, ni la firma de un adulto que se haga responsable. Es una forma de empleo regida sólo por las duras leyes de la supervivencia.
El presidente de la Asociación Internacional de Magistrados de la Juventud y la Familia y magistrado de la Juventud y la Familia de Belfast, Irlanda del Norte, Willie McCarney, visitó el mes último nuestro país. En la Defensoría General de la Nación expuso su postura con relación al tema del trabajo infantil.
"El trabajo es un hecho normal en la vida de millones de niños del mundo -dijo entonces-. Los niños realizan un rango enorme de tareas. Lo hacen para sostenerse y para sostener a sus familias. Su aporte puede hacer la diferencia entre el hambre y la supervivencia."
Un timbre que alarma
Todos los días, en distintos barrios de la ciudad, a las 7 de la mañana ya empiezan a sonar los timbres de las casas: "Señora, ¿tiene algo para darme?", dice una vocecita desde la vereda, así llueva, hiele o haga un calor agobiante.
Los hermanos se distribuyen por cuadras, para repetir el pedido a cada vecino. Si salimos a la calle respondiendo al llamado siempre están ese nene o esa nena, con su labor de hormiga.
A la noche, si acarrean papel, deben llegar con cincuenta kilos, por lo menos, para venderle al acopiador. "Tenemos que llevar mucho papel. Aumentó el precio, hay que aprovechar. Mi mamá me dijo que ahora me tiene que comprar zapatillas a mí", explica el pequeño Emmanuel, de siete años, uno de los ocho hijos de una familia que viaja tres horas diarias para llegar a la Capital. A las 20, Emmanuel todavía sigue revisando las enormes bolsas negras de basura en busca de algún elemento que se pueda vender y, a veces, que directamente se pueda comer.
McCarney aclaraba en su disertación: "Entiendo por trabajo infantil cualquier trabajo que, por su naturaleza o condiciones de empleo, implique un detrimento para el desarrollo físico, mental, moral, social o emocional de un niño. Y un niño es toda persona menor de 18 años. Es imposible decir exactamente cuántos niños trabajadores existen en el mundo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sugiere que son unos 250 millones. Unicef dice que la cifra de 400 millones puede estar más cerca de la cantidad real".
Para la Argentina, expuso las siguientes estadísticas: "De acuerdo con las cifras de la OIT, en 2001 trabajaba el 6,47 por ciento de los niños entre los 10 y los 14 años. Pero la sede local de esta organización señala que este índice se ha elevado y que podría llegar, en verdad, al diez por ciento".
Hoy basta con caminar por los barrios para ver que las cifras se han multiplicado en forma alarmante. Pero el trabajo infantil en las calles es sólo el más evidente. También están los trabajos ocultos: la utilización de niñas y niños en el mercado sexual, en fábricas insalubres y en tareas domésticas, por ejemplo.
¿Cuáles son las causas de esta explotación y por qué es tan difícil de erradicar? McCarney opinaba en su disertación: "Mucha gente ve a la pobreza como la causa principal del trabajo infantil. Este es, indudablemente, el factor dominante. Las familias que se ubican bajo la línea de la pobreza fuerzan a sus niños al trabajo para complementar sus magros ingresos hogareños. Pero la erradicación de la miseria, sin embargo, es sólo uno de los primeros pasos en el camino de la eliminación del trabajo infantil. Existen muchos otros factores asociados con la pobreza que conspiran para impulsar a los niños al empleo. Uno de ellos, el recorte en el gasto social -particularmente en los servicios de educación y salud-, tiene un impacto directo. Con poco o ningún acceso a la escolaridad, los niños son forzados a trabajar a una edad temprana. Otro factor tremendo es que los niños prostituidos resultan un gran negocio para el mercado internacional del sexo. Niñas y, en menor grado, niños son secuestrados y vendidos, y caen en poder de redes de traficantes que proveen a mercados extranjeros. Junto con la pobreza, la discriminación sexual y racial también impulsa a los niños al negocio del turismo sexual".
Por eso agrega McCarney: "La Convención 182 de la OIT insta a los gobiernos a prevenir a los niños sobre el peligro de ciertas tareas y a iniciar campañas de educación para que dejen de hacerlas".
Sin tiempo para crecer
El trabajo infantil inicia un círculo perverso. Si un niño no puede estudiar, el ciclo de la pobreza se repite y no podrá nunca escapar de la miseria. Cuando la familia es muy pobre, no hay crecimiento creativo para sus hijos, no hay juego para ellos, ni tiempo para gastar haciendo algo que no sea esencial para la supervivencia. En esos grupos familiares un niño de tres años cuida a un bebe de ocho meses y uno de cuatro años ya sale a trabajar.
Sin embargo, el trabajo infantil no es un tema sencillo. McCarney reconoce que aunque algunas actividades, tales como el trabajo esclavizado o la explotación sexual, son claramente aberrantes y deben ser eliminadas inmediatamente, con respecto a otro tipo de empleos las soluciones no son tan claras. Si todos los niños trabajadores fueran retirados repentinamente del ámbito laboral, en algunas comunidades los problemas serían difíciles de remontar a corto plazo. Por eso los gobiernos necesitan elaborar programas de transición que actúen como red de seguridad.
En el tema de la protección a la infancia, lo que no mejora o queda estable irremediablemente empeorará. Por Emmanuel y por los cientos de miles de niños que deben salir a trabajar para buscar su sustento, las soluciones deben buscarse ya mismo. Todavía podemos integrarlos en el crecimiento. Todavía podemos devolverles la niñez.
La autora es especialista en temas de niñez y adolescencia. Fue directora del Instituto San Martín del Consejo del Menor y la Familia.
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/524783
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El trabajo infantil no es un juego
Por Inés María Correa
Para LA NACION
El trabajo infantil hace más que privar a los niños de su educación y de su desarrollo físico y mental: les roba la infancia.
W. McCarney
Los carteles que anunciaban Hombres trabajando solían ser parte del paisaje urbano cuando el país gozaba de un relativo bienestar y la mayoría de los niños esperaba en su casa la llegada del padre para compartir la mesa.
Hoy la imagen es otra. Vemos caravanas de hombres y mujeres, pero sobre todo de chicos, cargando por las calles -tracción a sangre- todo el material en desuso que logran encontrar. Podríamos hasta reemplazar la leyenda antes citada por la de ¡Alerta, niños trabajando!
El trabajo más común en el que se ve a los chicos en estos tiempos es el de recolectores de residuos. Pasan horas hurgando entre las bolsas de basura en busca de metales, diarios, botellas y cualquier material que pida el mundo del reciclado. Es un empleo que no les exige libreta sanitaria, ni escolaridad, ni la firma de un adulto que se haga responsable. Es una forma de empleo regida sólo por las duras leyes de la supervivencia.
El presidente de la Asociación Internacional de Magistrados de la Juventud y la Familia y magistrado de la Juventud y la Familia de Belfast, Irlanda del Norte, Willie McCarney, visitó el mes último nuestro país. En la Defensoría General de la Nación expuso su postura con relación al tema del trabajo infantil.
"El trabajo es un hecho normal en la vida de millones de niños del mundo -dijo entonces-. Los niños realizan un rango enorme de tareas. Lo hacen para sostenerse y para sostener a sus familias. Su aporte puede hacer la diferencia entre el hambre y la supervivencia."
Un timbre que alarma
Todos los días, en distintos barrios de la ciudad, a las 7 de la mañana ya empiezan a sonar los timbres de las casas: "Señora, ¿tiene algo para darme?", dice una vocecita desde la vereda, así llueva, hiele o haga un calor agobiante.
Los hermanos se distribuyen por cuadras, para repetir el pedido a cada vecino. Si salimos a la calle respondiendo al llamado siempre están ese nene o esa nena, con su labor de hormiga.
A la noche, si acarrean papel, deben llegar con cincuenta kilos, por lo menos, para venderle al acopiador. "Tenemos que llevar mucho papel. Aumentó el precio, hay que aprovechar. Mi mamá me dijo que ahora me tiene que comprar zapatillas a mí", explica el pequeño Emmanuel, de siete años, uno de los ocho hijos de una familia que viaja tres horas diarias para llegar a la Capital. A las 20, Emmanuel todavía sigue revisando las enormes bolsas negras de basura en busca de algún elemento que se pueda vender y, a veces, que directamente se pueda comer.
McCarney aclaraba en su disertación: "Entiendo por trabajo infantil cualquier trabajo que, por su naturaleza o condiciones de empleo, implique un detrimento para el desarrollo físico, mental, moral, social o emocional de un niño. Y un niño es toda persona menor de 18 años. Es imposible decir exactamente cuántos niños trabajadores existen en el mundo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sugiere que son unos 250 millones. Unicef dice que la cifra de 400 millones puede estar más cerca de la cantidad real".
Para la Argentina, expuso las siguientes estadísticas: "De acuerdo con las cifras de la OIT, en 2001 trabajaba el 6,47 por ciento de los niños entre los 10 y los 14 años. Pero la sede local de esta organización señala que este índice se ha elevado y que podría llegar, en verdad, al diez por ciento".
Hoy basta con caminar por los barrios para ver que las cifras se han multiplicado en forma alarmante. Pero el trabajo infantil en las calles es sólo el más evidente. También están los trabajos ocultos: la utilización de niñas y niños en el mercado sexual, en fábricas insalubres y en tareas domésticas, por ejemplo.
¿Cuáles son las causas de esta explotación y por qué es tan difícil de erradicar? McCarney opinaba en su disertación: "Mucha gente ve a la pobreza como la causa principal del trabajo infantil. Este es, indudablemente, el factor dominante. Las familias que se ubican bajo la línea de la pobreza fuerzan a sus niños al trabajo para complementar sus magros ingresos hogareños. Pero la erradicación de la miseria, sin embargo, es sólo uno de los primeros pasos en el camino de la eliminación del trabajo infantil. Existen muchos otros factores asociados con la pobreza que conspiran para impulsar a los niños al empleo. Uno de ellos, el recorte en el gasto social -particularmente en los servicios de educación y salud-, tiene un impacto directo. Con poco o ningún acceso a la escolaridad, los niños son forzados a trabajar a una edad temprana. Otro factor tremendo es que los niños prostituidos resultan un gran negocio para el mercado internacional del sexo. Niñas y, en menor grado, niños son secuestrados y vendidos, y caen en poder de redes de traficantes que proveen a mercados extranjeros. Junto con la pobreza, la discriminación sexual y racial también impulsa a los niños al negocio del turismo sexual".
Por eso agrega McCarney: "La Convención 182 de la OIT insta a los gobiernos a prevenir a los niños sobre el peligro de ciertas tareas y a iniciar campañas de educación para que dejen de hacerlas".
Sin tiempo para crecer
El trabajo infantil inicia un círculo perverso. Si un niño no puede estudiar, el ciclo de la pobreza se repite y no podrá nunca escapar de la miseria. Cuando la familia es muy pobre, no hay crecimiento creativo para sus hijos, no hay juego para ellos, ni tiempo para gastar haciendo algo que no sea esencial para la supervivencia. En esos grupos familiares un niño de tres años cuida a un bebe de ocho meses y uno de cuatro años ya sale a trabajar.
Sin embargo, el trabajo infantil no es un tema sencillo. McCarney reconoce que aunque algunas actividades, tales como el trabajo esclavizado o la explotación sexual, son claramente aberrantes y deben ser eliminadas inmediatamente, con respecto a otro tipo de empleos las soluciones no son tan claras. Si todos los niños trabajadores fueran retirados repentinamente del ámbito laboral, en algunas comunidades los problemas serían difíciles de remontar a corto plazo. Por eso los gobiernos necesitan elaborar programas de transición que actúen como red de seguridad.
En el tema de la protección a la infancia, lo que no mejora o queda estable irremediablemente empeorará. Por Emmanuel y por los cientos de miles de niños que deben salir a trabajar para buscar su sustento, las soluciones deben buscarse ya mismo. Todavía podemos integrarlos en el crecimiento. Todavía podemos devolverles la niñez.
La autora es especialista en temas de niñez y adolescencia. Fue directora del Instituto San Martín del Consejo del Menor y la Familia.
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/524783
martes, julio 24
¿Para quién es la inseguridad?
Sin ánimo de sembrar temor, a veces se puede afirmar que la escalada de violencia es más grave de lo que parece. Y detrás, hay historias que convendría tener en cuenta a la hora de decidirnos por mano dura o prevención.
*Por Inés María Correa (19/07/2001)
Las escenas que ocurren en la vía pública, donde la víctima puede ser cualquiera de nosotros, dan una imagen que hace pensar que esos hechos, denunciados o no, podrían asemejarse a una guerra, no declarada, pero guerra al fin. La diferencia es que en la guerra declarada se pueden establecer pactos y fronteras. Pero, sobre todo, cada bando es enemigo del otro y sabe adónde tiene que disparar. En la guerra, cuando está declarada, cada parte lucha por algo y tiene su meta fijada. Pero, ¿cuáles pueden ser los efectos de una guerra no declarada, en la que cada bando tiene la misma o casi la misma aspiración para su país?
Hace unos días, D., de solo quince años, me decía:
-Para mí, esto es como una guerra, en la que estamos unos contra otros. Venimos a la Capital porque acá la gente tiene plata, pero en mi barrio me porto bien: ahí la gente no tiene trabajo y los chicos no tienen casi para comer.
-¿Cómo una guerra? -pregunté.
-Somos nosotros contra ellos.
-Pero, ¿quiénes son unos y otros?
Y la respuesta no llegó. Lo que sí me quedó en claro, a pesar mío, en la conversación es que, sean cuales fueren los bandos, si los hay, hay gran cantidad de armas circulando entre los más chicos.
El grupo de personas más vulnerables en una sociedad son siempre los niños, los discapacitados y los ancianos. A ellos debiéramos cuidar con principal atención. Y la respuesta a la realidad de cientos o miles de niños que van a las escuelas a recibir su ración diaria de comida debiera ser un llamado a la reflexión y a la acción solidaria. Para que esos chicos por lo menos permanezcan dentro del sistema educativo y no tener que justificar esta historia.
En "algo raro"
Uno de los nueve hijos que tuvo Ramona es A. Viviendo en un barrio alejado del conurbano, los chicos tienen que caminar casi quince cuadras todos los días para llegar al colegio. En los últimos grados, los chicos mayores y en especial los varones van dejando de asistir regularmente, porque según las necesidades de la familia deben ocuparse de quehaceres domésticos y de cuidar a los hermanos más chicos. Cuando los hijos eran más chicos, tanto Ramona como su marido salían a veces a realizar alguna changa o a buscarla. Nunca supimos si Ramona no les festejaba el cumpleaños a los chicos por falta de dinero, por olvido o porque a ella misma nunca se lo habían festejado.
Alrededor de los 11 años, A., después de cuidar a sus hermanos, empezó a salir con un amigo del barrio que era mucho mayor que él, y se sabía andaba en "algo raro" porque siempre estaba bien vestido y con zapatillas de marca. Con ese amigo, más grande, empezó a conocer la calle, las corridas, los arrebatos y los peligros.
Cuando A. tenía trece años, Ramona que también había crecido en la calle, murió víctima del Sida. Las encargadas de comunicarles esto a los hermanos fueron unas tías, que luego se hicieron cargo de ellos. "No tengo otra" En A. esta noticia tuvo muy mal efecto. Casi no volvía a su casa, y cuando lo hacía era para llevarles algo a su hermanos más chicos, que querían seguirlo, pero hasta el día de hoy A. nunca se lo permitió. El mismo día de la noticia de la muerte de su madre, el chico salió con un arma que había comprado en su barrio a solo 15 pesos. Muchas veces la usaba solo para asustar, pero con el tiempo los hechos en los que se lo encontraba daban cuenta de su alto nivel de exposición. Decía A.:
-Yo soy especialista en toma de rehenes: agarro a una persona y la uso de escudo, así a mí no me matan. Yo tampoco quiero matar, pero si estoy solo, seguro que me la dan.
-¿No te parece muy arriesgado que si te agarran a vos solo te puedan matar?
-¡Qué me importa! -respondía él-. Me harían un favor: ya estoy jugado. Mi vieja se murió de Sida, mis hermanos no tienen para comer, yo salgo a robar porque no tengo otra. Las veces que salí a buscar trabajo no encontré nada; además, tengo quince años, no tengo muchas posibilidades. Las dos historias nos pueden estremecer, pero son parte de la realidad que puede verse a diario. Estas historias muestran el revés de la escena de violencia cruel y despiadada. Quienes protagonizan estos hechos muestran que en el fondo poco valor le dan a su propia vida. Es estremecedor también que en las dos historias los protagonistas tienen apenas quince años, no terminaron el ciclo primario y para ellos las expectativas de vida se agotan en el día siguiente. Lo estremecedor sigue siendo la facilidad y el bajo costo con la que cualquier niño o adolescente tiene acceso a un arma (incluso las policiales) y la facilidad para conseguir cualquier tipo de droga. Estos mercados parecieran estar demasiado seguros y protegidos como para ni siquiera excluir de ellos a las criaturas. Sería muy conveniente para proteger la seguridad de todos nosotros tener en cuenta que casi no quedan quienes estén seguros, unos por una cosa y otros por otra. Pero con solo mirar en nuestro pasado podemos descubrir que las luchas entre nosotros no hacen más que debilitarnos. * Inés María Correa es especialista en temas de infancia y adolescencia, es coordinadora del Centro de Atención de Menores en Tránsito (Camet), del Consejo Nacional del Menor y la Familia.
Artículo publicado en 'La Nación' (Argentina).
Nota: Canal Solidario no se hace responsable de las opiniones emitidas por los autores de los artículos de fondo
Sin ánimo de sembrar temor, a veces se puede afirmar que la escalada de violencia es más grave de lo que parece. Y detrás, hay historias que convendría tener en cuenta a la hora de decidirnos por mano dura o prevención.
*Por Inés María Correa (19/07/2001)
Las escenas que ocurren en la vía pública, donde la víctima puede ser cualquiera de nosotros, dan una imagen que hace pensar que esos hechos, denunciados o no, podrían asemejarse a una guerra, no declarada, pero guerra al fin. La diferencia es que en la guerra declarada se pueden establecer pactos y fronteras. Pero, sobre todo, cada bando es enemigo del otro y sabe adónde tiene que disparar. En la guerra, cuando está declarada, cada parte lucha por algo y tiene su meta fijada. Pero, ¿cuáles pueden ser los efectos de una guerra no declarada, en la que cada bando tiene la misma o casi la misma aspiración para su país?
Hace unos días, D., de solo quince años, me decía:
-Para mí, esto es como una guerra, en la que estamos unos contra otros. Venimos a la Capital porque acá la gente tiene plata, pero en mi barrio me porto bien: ahí la gente no tiene trabajo y los chicos no tienen casi para comer.
-¿Cómo una guerra? -pregunté.
-Somos nosotros contra ellos.
-Pero, ¿quiénes son unos y otros?
Y la respuesta no llegó. Lo que sí me quedó en claro, a pesar mío, en la conversación es que, sean cuales fueren los bandos, si los hay, hay gran cantidad de armas circulando entre los más chicos.
El grupo de personas más vulnerables en una sociedad son siempre los niños, los discapacitados y los ancianos. A ellos debiéramos cuidar con principal atención. Y la respuesta a la realidad de cientos o miles de niños que van a las escuelas a recibir su ración diaria de comida debiera ser un llamado a la reflexión y a la acción solidaria. Para que esos chicos por lo menos permanezcan dentro del sistema educativo y no tener que justificar esta historia.
En "algo raro"
Uno de los nueve hijos que tuvo Ramona es A. Viviendo en un barrio alejado del conurbano, los chicos tienen que caminar casi quince cuadras todos los días para llegar al colegio. En los últimos grados, los chicos mayores y en especial los varones van dejando de asistir regularmente, porque según las necesidades de la familia deben ocuparse de quehaceres domésticos y de cuidar a los hermanos más chicos. Cuando los hijos eran más chicos, tanto Ramona como su marido salían a veces a realizar alguna changa o a buscarla. Nunca supimos si Ramona no les festejaba el cumpleaños a los chicos por falta de dinero, por olvido o porque a ella misma nunca se lo habían festejado.
Alrededor de los 11 años, A., después de cuidar a sus hermanos, empezó a salir con un amigo del barrio que era mucho mayor que él, y se sabía andaba en "algo raro" porque siempre estaba bien vestido y con zapatillas de marca. Con ese amigo, más grande, empezó a conocer la calle, las corridas, los arrebatos y los peligros.
Cuando A. tenía trece años, Ramona que también había crecido en la calle, murió víctima del Sida. Las encargadas de comunicarles esto a los hermanos fueron unas tías, que luego se hicieron cargo de ellos. "No tengo otra" En A. esta noticia tuvo muy mal efecto. Casi no volvía a su casa, y cuando lo hacía era para llevarles algo a su hermanos más chicos, que querían seguirlo, pero hasta el día de hoy A. nunca se lo permitió. El mismo día de la noticia de la muerte de su madre, el chico salió con un arma que había comprado en su barrio a solo 15 pesos. Muchas veces la usaba solo para asustar, pero con el tiempo los hechos en los que se lo encontraba daban cuenta de su alto nivel de exposición. Decía A.:
-Yo soy especialista en toma de rehenes: agarro a una persona y la uso de escudo, así a mí no me matan. Yo tampoco quiero matar, pero si estoy solo, seguro que me la dan.
-¿No te parece muy arriesgado que si te agarran a vos solo te puedan matar?
-¡Qué me importa! -respondía él-. Me harían un favor: ya estoy jugado. Mi vieja se murió de Sida, mis hermanos no tienen para comer, yo salgo a robar porque no tengo otra. Las veces que salí a buscar trabajo no encontré nada; además, tengo quince años, no tengo muchas posibilidades. Las dos historias nos pueden estremecer, pero son parte de la realidad que puede verse a diario. Estas historias muestran el revés de la escena de violencia cruel y despiadada. Quienes protagonizan estos hechos muestran que en el fondo poco valor le dan a su propia vida. Es estremecedor también que en las dos historias los protagonistas tienen apenas quince años, no terminaron el ciclo primario y para ellos las expectativas de vida se agotan en el día siguiente. Lo estremecedor sigue siendo la facilidad y el bajo costo con la que cualquier niño o adolescente tiene acceso a un arma (incluso las policiales) y la facilidad para conseguir cualquier tipo de droga. Estos mercados parecieran estar demasiado seguros y protegidos como para ni siquiera excluir de ellos a las criaturas. Sería muy conveniente para proteger la seguridad de todos nosotros tener en cuenta que casi no quedan quienes estén seguros, unos por una cosa y otros por otra. Pero con solo mirar en nuestro pasado podemos descubrir que las luchas entre nosotros no hacen más que debilitarnos. * Inés María Correa es especialista en temas de infancia y adolescencia, es coordinadora del Centro de Atención de Menores en Tránsito (Camet), del Consejo Nacional del Menor y la Familia.
Artículo publicado en 'La Nación' (Argentina).
Nota: Canal Solidario no se hace responsable de las opiniones emitidas por los autores de los artículos de fondo
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Sábado 21 de febrero de 2004
Suplemento Solidario
Publicado en la ed. impresa: Suplemento Solidario
Sábado 21 de febrero de 2004
Noticias | Archivo | Sábado 21 de febrero de 2004 | Suplemento Solidario | Nota
No videntes
Con la mirada de la solidaridad
El trabajo altruista que se desarrolla en la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego
"Para los ciegos, los voluntarios suelen ser sus ojos", define el presidente de la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego, Enrique García.
En esta asociación, que nació el 25 de agosto de 1946, se brinda información y orientación en todo lo atinente a la persona ciega. Hace gestiones de empleo y asesora en todo lo referente a la legislación que tiene que ver con esta condición.
En ella, el voluntario cumple un papel importante desde hace cincuenta años, cuando se armó el llamado Banco de Tiempo, primero en su época. Este Banco es un sistema donde se recluta al voluntario, que ofrece su tiempo para la tarea que éste elija.
La particularidad de esta tarea altruista dentro de la asociación, es su labor personalizada. La persona solidaria elige qué prefiere hacer; puede, por ejemplo, con el acuerdo entre el voluntario y la persona ciega, desde leerle, grabar textos (en especial para los estudiantes secundarios o universitarios), acompañarlo a realizar trámites diversos, hasta colaborar en la sede de la entidad en la lectura de la correspondencia y manejo de la computadora que poseen y que no está adaptada para personas no videntes.
Labor silenciosa
Para Enrique García, ésta es una labor silenciosa y abnegada, y contando que desde hace cincuenta años que colaboran "hacen un verdadero sacerdocio". Hoy, de los 120 voluntarios que forman el grupo estable de la institución, no todos tienen una ocupación activa, ya que al tratarse de un vínculo uno a uno, se cae en la cuenta de que sería bueno que muchas más personas ciegas conozcan este lugar para recurrir a él. Es una asociación totalmente gratuita, con su área de influencia hacia todo el país y la labor solidaria de los voluntarios depende, en este caso, de la mayor presencia y asistencia a las personas ciegas, que son los solicitantes.
El que entrevista a los postulantes a voluntarios es García, que afirma: "Hay que convencerse de que la acción del voluntariado es un proceso que se retroalimenta, donde la persona ciega es la receptora de un gran gesto solidario y el voluntario crece desde el punto de vista espiritual, porque brinda un servicio y es respetado en cuanto a su deseo, porque es él quien fija las reglas de juego, ayudando.
"Es cierto que antes contábamos con un grupo permanente de voluntarios, ya que no dependía tanto de la situación económica. Hoy, la realidad de las personas está atravesada por la precarización laboral y quizá alguien empieza a colaborar por consejo de un terapeuta, ministro religioso u otro, para ocupar el tiempo, pero si aparece un trabajo, lamentablemente, esta actividad se abandona.
"Nosotros no estamos al margen del contexto general. De todas formas, siguen quedando voluntarios desde hace de muchos años y todas las acciones son buenas."
Esta labor silenciosa, personalizada y profundamente solidaria, como lo es la tarea de todos los voluntarios, necesita que también se conozca la institución, para que las personas ciegas sigan contando con este lugar y más voluntarios puedan completar el ciclo del compromiso de caridad que necesita nuestro mundo para ser más humano.
Los interesados en acercarse a la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego, para informarse o colaborar con esta institución, pueden dirigirse a Salta 470, PB "A", Capital, o por el (011) 4381-1847.
Inés María Correa
Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/574830
Noticias | Suplemento Solidario | Nota
Copyright 2007 SA LA NACION | Todos los derechos reservados
Sábado 21 de febrero de 2004
Suplemento Solidario
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Sábado 21 de febrero de 2004
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No videntes
Con la mirada de la solidaridad
El trabajo altruista que se desarrolla en la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego
"Para los ciegos, los voluntarios suelen ser sus ojos", define el presidente de la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego, Enrique García.
En esta asociación, que nació el 25 de agosto de 1946, se brinda información y orientación en todo lo atinente a la persona ciega. Hace gestiones de empleo y asesora en todo lo referente a la legislación que tiene que ver con esta condición.
En ella, el voluntario cumple un papel importante desde hace cincuenta años, cuando se armó el llamado Banco de Tiempo, primero en su época. Este Banco es un sistema donde se recluta al voluntario, que ofrece su tiempo para la tarea que éste elija.
La particularidad de esta tarea altruista dentro de la asociación, es su labor personalizada. La persona solidaria elige qué prefiere hacer; puede, por ejemplo, con el acuerdo entre el voluntario y la persona ciega, desde leerle, grabar textos (en especial para los estudiantes secundarios o universitarios), acompañarlo a realizar trámites diversos, hasta colaborar en la sede de la entidad en la lectura de la correspondencia y manejo de la computadora que poseen y que no está adaptada para personas no videntes.
Labor silenciosa
Para Enrique García, ésta es una labor silenciosa y abnegada, y contando que desde hace cincuenta años que colaboran "hacen un verdadero sacerdocio". Hoy, de los 120 voluntarios que forman el grupo estable de la institución, no todos tienen una ocupación activa, ya que al tratarse de un vínculo uno a uno, se cae en la cuenta de que sería bueno que muchas más personas ciegas conozcan este lugar para recurrir a él. Es una asociación totalmente gratuita, con su área de influencia hacia todo el país y la labor solidaria de los voluntarios depende, en este caso, de la mayor presencia y asistencia a las personas ciegas, que son los solicitantes.
El que entrevista a los postulantes a voluntarios es García, que afirma: "Hay que convencerse de que la acción del voluntariado es un proceso que se retroalimenta, donde la persona ciega es la receptora de un gran gesto solidario y el voluntario crece desde el punto de vista espiritual, porque brinda un servicio y es respetado en cuanto a su deseo, porque es él quien fija las reglas de juego, ayudando.
"Es cierto que antes contábamos con un grupo permanente de voluntarios, ya que no dependía tanto de la situación económica. Hoy, la realidad de las personas está atravesada por la precarización laboral y quizá alguien empieza a colaborar por consejo de un terapeuta, ministro religioso u otro, para ocupar el tiempo, pero si aparece un trabajo, lamentablemente, esta actividad se abandona.
"Nosotros no estamos al margen del contexto general. De todas formas, siguen quedando voluntarios desde hace de muchos años y todas las acciones son buenas."
Esta labor silenciosa, personalizada y profundamente solidaria, como lo es la tarea de todos los voluntarios, necesita que también se conozca la institución, para que las personas ciegas sigan contando con este lugar y más voluntarios puedan completar el ciclo del compromiso de caridad que necesita nuestro mundo para ser más humano.
Los interesados en acercarse a la Asociación Argentina por los Derechos del Ciego, para informarse o colaborar con esta institución, pueden dirigirse a Salta 470, PB "A", Capital, o por el (011) 4381-1847.
Inés María Correa
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lunes, julio 23
Bienvenidos al Blog
Bienvenidos al Blog.
Este espacio quiere darles a todos los chicos un lugar para que se escuchen sus voces. Los que están con su familia, en su casa, o aquellos que están con sus familias en una estación de tren. Quiere darles un espacio a los chicos que están privados de libertad, en institutos, o dentro de su misma familia. Que se escuche a los que están en hogares o en la calle. En fin, conocer otra realidad, la de los mismos chicos. Esa realidad muchas veces está muy lejos de la realidad política o social de los adultos. Por eso la necesidad de este blog. Todo lo que todos tengamos para aportar es muy bienvenido, mientras sea para ayudarlos a tener una buena vida.
Inés María Correa
Creadora del blog
Este espacio quiere darles a todos los chicos un lugar para que se escuchen sus voces. Los que están con su familia, en su casa, o aquellos que están con sus familias en una estación de tren. Quiere darles un espacio a los chicos que están privados de libertad, en institutos, o dentro de su misma familia. Que se escuche a los que están en hogares o en la calle. En fin, conocer otra realidad, la de los mismos chicos. Esa realidad muchas veces está muy lejos de la realidad política o social de los adultos. Por eso la necesidad de este blog. Todo lo que todos tengamos para aportar es muy bienvenido, mientras sea para ayudarlos a tener una buena vida.
Inés María Correa
Creadora del blog
ECPAT.La prostitucion infantil
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Issue No : 36 1/septiembre/2001
Focalizando en - los Países de América
La Investigación en prostitución infantil
por Inés María Correa
Periodista del Diario La Nación- Argentina
Propongo la imagen de un laberinto, (en este caso como un juego siniestro inventado por adultos) para poder representar el arduo trabajo de investigar los casos donde niños/as quedan atrapados en casos de prostitución infantil.
Sólo por la imagen, ya que, en la encrucijada del laberinto, lo que aparece al final del camino suele ser algo así como un botín o recompensa. En este caso la recompensa, sería colaborar en destrabar lo que hace tan oculto ese comercio atroz.
Cuando éramos niños, el desafío que se nos planteaba al jugar, era llegar al fin del laberinto. ¿Qué camino tomar?, ¿Cómo sortear los obstáculos propuestos?, ¿Cómo alcanzar la meta, en el menor tiempo?
En uno y otro caso iniciar esa ruta, exige del compromiso de quien la emprende y esta actitud es la que rige el trayecto.
Fue hace unos años y recuerdo que era de mañana cuando G. de sólo 12 años de edad se presentó en la Oficina del Programa Contra la Explotación de Niños del Consejo Nacional del Menor y la Familia de Bs As-Argentina, buscando protección. Su cuerpo mostraba signos de haber sido expuesto a las inclemencias del tiempo.
Hacía varios días que estaba escapada de un Hotel Céntrico, en el que no recibía luz natural, compartía con otras niñas un pequeño bañito, donde en forma transitoria al menos, había perdido la libertad: era utilizada para ejercer la prostitución.
Desde el momento de su fuga hasta el día en que la conocimos, llevaba 5 días buscando refugio. Una amenaza pesaba sobre G. y todas las chicas que casi sin comunicarse entre sí, convivían en ese Hotel, si llegaban a hablar podría ser lo último que irían a decir.
G. ingresó engañada al Hotel, uno de los dueños la había encontrado en la calle cuando recién había escapado de su casa, un tío había abusado de ella y con toda la pena encima, el hombre la condujo según él -a un sitio seguro-….
A partir de los pocos datos que pudo aportar G., con todos las protecciones debidas, ya la niña estaba viviendo en un Hogar, es que empezamos a tratar de ubicar el sitio y por supuesto, a la personas responsables de donde se obligaba a niñas y jovencitas a ejercer la prostitución.
Merodeábamos la zona de día y noche donde podría estar ubicado el Hotel. Sin sembrar la intriga de personal policial, que pudiera alertar tanto a un sector como a otro, con un resultado: no encontramos ningún edificio que tuviera el movimiento que buscábamos.
Debíamos hacer una presentación Judicial elevando esta denuncia, pero sabíamos que convenía tener al menos una pequeña prueba para que ésta prosperase.
Veíamos a G. cada día mejor, con asistencia psicológica, un grupo de pares sosteniéndola desde el punto de vista afectivo y el encuentro con una tía lejana que aportaba la contención necesaria. Sabíamos que no debíamos insistir mucho con la niña en la cantidad de datos que pudiera aportar, ya había repetido hasta el cansancio lo que sabía, que nos resultaba bien poco.
Antes de conocer a G. habíamos iniciado una investigación profunda en la Sección de Avisos Clasificados de uno de los Diarios más importantes del país. Una de las carnadas que nos parecía, tenía que ver con la situación de G. eran unos de los avisos: "5 por 3 velitas, te van a hacer feliz" (la alusión tenía que ver con la oferta de jovencitas de 15 años). Estos avisos ofrecían solo un teléfono nunca aparecía domicilio. De este estilo encontrábamos cantidad de avisos y llamamos, alcanzamos una dirección, con esto se llegó a la presentación Judicial.
Otro dato fundamental lo dio un llamado telefónico anónimo de un cliente arrepentido que nos corroboró uno de los teléfonos aportados en la denuncia Judicial.
Los datos fueron suficientes, lo que generó un allanamiento en el domicilio referido, pero ¡Zas!, allí sólo había una Oficina con otras características y nadie que pudiera aportar ninguna referencia de niñas que fueran explotadas sexualmente.
El proceso siguió y la ruta del laberinto nos volvió repentinamente al comienzo. Fuimos amenazados de muerte durante varios meses cada vez que nos acercábamos a alguna de las entradas del sinuoso laberinto. Recuerdo que, en una oportunidad, de tanto insistir, durante un allanamiento policial a un Hotel fueron detenidos varios adultos indicados como responsables, no recuerdo cuanto tiempo duró su detención. Pasó un tiempo y nos resultó más difícil aún continuar caminando por el laberinto mientras, G. festejaba un nuevo cumpleaños y se encontraba cada vez mejor.
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Issue No : 36 1/septiembre/2001
Focalizando en - los Países de América
La Investigación en prostitución infantil
por Inés María Correa
Periodista del Diario La Nación- Argentina
Propongo la imagen de un laberinto, (en este caso como un juego siniestro inventado por adultos) para poder representar el arduo trabajo de investigar los casos donde niños/as quedan atrapados en casos de prostitución infantil.
Sólo por la imagen, ya que, en la encrucijada del laberinto, lo que aparece al final del camino suele ser algo así como un botín o recompensa. En este caso la recompensa, sería colaborar en destrabar lo que hace tan oculto ese comercio atroz.
Cuando éramos niños, el desafío que se nos planteaba al jugar, era llegar al fin del laberinto. ¿Qué camino tomar?, ¿Cómo sortear los obstáculos propuestos?, ¿Cómo alcanzar la meta, en el menor tiempo?
En uno y otro caso iniciar esa ruta, exige del compromiso de quien la emprende y esta actitud es la que rige el trayecto.
Fue hace unos años y recuerdo que era de mañana cuando G. de sólo 12 años de edad se presentó en la Oficina del Programa Contra la Explotación de Niños del Consejo Nacional del Menor y la Familia de Bs As-Argentina, buscando protección. Su cuerpo mostraba signos de haber sido expuesto a las inclemencias del tiempo.
Hacía varios días que estaba escapada de un Hotel Céntrico, en el que no recibía luz natural, compartía con otras niñas un pequeño bañito, donde en forma transitoria al menos, había perdido la libertad: era utilizada para ejercer la prostitución.
Desde el momento de su fuga hasta el día en que la conocimos, llevaba 5 días buscando refugio. Una amenaza pesaba sobre G. y todas las chicas que casi sin comunicarse entre sí, convivían en ese Hotel, si llegaban a hablar podría ser lo último que irían a decir.
G. ingresó engañada al Hotel, uno de los dueños la había encontrado en la calle cuando recién había escapado de su casa, un tío había abusado de ella y con toda la pena encima, el hombre la condujo según él -a un sitio seguro-….
A partir de los pocos datos que pudo aportar G., con todos las protecciones debidas, ya la niña estaba viviendo en un Hogar, es que empezamos a tratar de ubicar el sitio y por supuesto, a la personas responsables de donde se obligaba a niñas y jovencitas a ejercer la prostitución.
Merodeábamos la zona de día y noche donde podría estar ubicado el Hotel. Sin sembrar la intriga de personal policial, que pudiera alertar tanto a un sector como a otro, con un resultado: no encontramos ningún edificio que tuviera el movimiento que buscábamos.
Debíamos hacer una presentación Judicial elevando esta denuncia, pero sabíamos que convenía tener al menos una pequeña prueba para que ésta prosperase.
Veíamos a G. cada día mejor, con asistencia psicológica, un grupo de pares sosteniéndola desde el punto de vista afectivo y el encuentro con una tía lejana que aportaba la contención necesaria. Sabíamos que no debíamos insistir mucho con la niña en la cantidad de datos que pudiera aportar, ya había repetido hasta el cansancio lo que sabía, que nos resultaba bien poco.
Antes de conocer a G. habíamos iniciado una investigación profunda en la Sección de Avisos Clasificados de uno de los Diarios más importantes del país. Una de las carnadas que nos parecía, tenía que ver con la situación de G. eran unos de los avisos: "5 por 3 velitas, te van a hacer feliz" (la alusión tenía que ver con la oferta de jovencitas de 15 años). Estos avisos ofrecían solo un teléfono nunca aparecía domicilio. De este estilo encontrábamos cantidad de avisos y llamamos, alcanzamos una dirección, con esto se llegó a la presentación Judicial.
Otro dato fundamental lo dio un llamado telefónico anónimo de un cliente arrepentido que nos corroboró uno de los teléfonos aportados en la denuncia Judicial.
Los datos fueron suficientes, lo que generó un allanamiento en el domicilio referido, pero ¡Zas!, allí sólo había una Oficina con otras características y nadie que pudiera aportar ninguna referencia de niñas que fueran explotadas sexualmente.
El proceso siguió y la ruta del laberinto nos volvió repentinamente al comienzo. Fuimos amenazados de muerte durante varios meses cada vez que nos acercábamos a alguna de las entradas del sinuoso laberinto. Recuerdo que, en una oportunidad, de tanto insistir, durante un allanamiento policial a un Hotel fueron detenidos varios adultos indicados como responsables, no recuerdo cuanto tiempo duró su detención. Pasó un tiempo y nos resultó más difícil aún continuar caminando por el laberinto mientras, G. festejaba un nuevo cumpleaños y se encontraba cada vez mejor.
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